Platicar con extraños
“Nunca platiques con extraños”, era una instrucción tradicional dada por nuestros padres durante el transcurso de nuestra niñez. Es cierto que antes era seguro que los pequeños anduviéramos solos en el parque y que regresáramos a nuestras casas cuando el sol se metía, pero siempre mirábamos con recelo a los desconocidos. Y así crecimos, alimentando una aversión a ellos, aunque está estadísticamente demostrado que quienes más daño nos hacen son los conocidos y, a veces, los muy cercanos.
Seguir manteniendo este paradigma en la vida adulta no solo es irracional, sino que también nos aleja de generar relaciones importantes y negocios exitosos. De hecho, el relacionarse con extraños con propósito de negocios, en un mundo cada vez más globalizado, es una habilidad importante que cada día se torna más fructífera.
Además del mandato paternal de no socializar fuera de nuestro círculo de amistades, existen otras dos poderosas razones que bloquean las intenciones de conocer gente nueva. La primera es el temor al rechazo, manifestación explícita del miedo al ridículo. ¿Cuántas veces no pospusimos indefinidamente un lance romántico en nuestros tiempos mozos por pánico? El mantener intacto el orgullo era y sigue siendo una prioridad para la mayoría de los adolescentes.
La segunda es la aversión natural de todo ser humano al cambio, a lo nuevo, a lo diferente. Esta condición genética de supervivencia nos ata a la seguridad de lo conocido y a la comodidad del estado actual de las cosas, mermando los propósitos de innovación y mejora. “Más vale malo por conocido que bueno por conocer”, reza un adagio popular.
Si consideramos que todos los contactos relevantes que tenemos actualmente, en lo personal y sobre todo en lo profesional, fueron alguna vez desconocidos, entonces quiere decir que todo extraño significa una oportunidad en nuestras vidas. De hecho, el 90 por ciento de los empresarios reconoce haber generado un nuevo negocio con algún extraño.
Si pasamos todo el tiempo con nuestros conocidos de siempre, nuestro horizonte nunca se ampliará y mantendremos permanentemente los mismos pensamientos. Si no salimos del mismo círculo social, con el que nos sentimos cómodos, difícilmente podremos crecer y progresar.
Claro que es importante tener y mantener un grupo de cercanos, amigos y colegas en quienes confiamos y que nos quieren bien. Quizá con algunos de ellos realizamos proyectos importantes que llevan una buena marcha o ya se agotaron. Con ellos podemos convivir, relajarnos, pasar momentos agradables y mantener nuestros negocios. Pero debemos tener claro que las nuevas oportunidades están afuera. El mundo es inmenso. No limitemos las posibilidades.
Mientras nos encontremos la fila del banco o en un vuelo largo quitémonos esa idea sembrada en la niñez y no desperdiciemos la oportunidad de platicar con un extraño. Siempre tendremos algo que aportar a su vida y recibir en la nuestra. Y si fracasamos en el intento, no pasará nada, lo más probable es que no lo volvamos a ver nunca.