
La primavera no solo trae bendiciones
Con la llegada de marzo, los frentes fríos comienzan a ser menos frecuentes y
severos; las bajas temperaturas invernales comienzan a dar paso a días más
largos y calurosos hasta que, con el equinoccio como punto de inflexión en el
hemisferio norte, llega la primavera. Los árboles comienzan a vestirse
nuevamente de hojas verdes y a hermosearse con flores coloridas. Los campos
se vuelven fértiles y los sembradíos empiezan a manifestarse.
Sin embargo, la primavera desgraciadamente no solo trae bendiciones consigo.
Con ella también llega la temporada de incendios. La dureza con la que
muchas veces embate el invierno a través de devastadoras heladas deja como
consecuencia toneladas de materia sumamente flamable en nuestros bosques.
Y aunque el cambio climático ha subido el promedio de la temperatura en
épocas invernales, afectando por cierto a varios cultivos por la falta de “horas
frío” indispensables en sus procesos biológicos, los picos drásticos a causa del
mismo fenómeno originan que miles de plantas se sequen por congelamiento.
Existen dos formas en las que un incendio puede iniciarse: la natural y la
humana. El detonante principal de la primera es, regularmente, un rayo
emitido por alguna tormenta eléctrica. La mayor parte de las veces la descarga
viene acompañada de lluvia redentora que controla el siniestro. Pero cuando no
sucede así, se corre el riesgo de que el incendio se salga de control. En este
caso, no hay mucho que podamos hacer para prevenirlo, solo nos queda actuar
con oportunidad para conjurarlo.
Pero en la segunda causa sí hay mucho por hacer desde el punto de vista de la
prevención. Mantener limpios nuestros bosques es requisito indispensable,
sobre todo libres de envases de vidrio: el efecto lupa que genere un fondo de
botella o una colilla de cigarro mal apagada pueden convertirse en los
iniciadores del fuego.
Prender carbón o leña para asar carne, o simplemente para calentarse, han
sido la causa criminal de terribles incendios en nuestros bosques
recientemente. Por ningún motivo y en ninguna circunstancia, aun cuando
creamos que tendremos la lumbre bajo control, se deben encender fogatas en
la sierra. Celebro la decisión de las autoridades de incrementar radicalmente
los montos de las multas para los delincuentes que lo hagan.
Cada árbol que se quema, cada hectárea de bosque que se pierde, atenta
contra nuestro futuro, contra nuestro planeta, requerirá un esfuerzo importante
para reforestarse y tardará muchas décadas en recuperarse.
Seamos responsables y cuidemos nuestros bosques. No pongamos en riesgo el
patrimonio ecológico de nuestros hijos. Si ahora en tiempo de vacaciones
vamos a la sierra, disfrutémosla pero actuemos como seres humanos
racionales y comprometidos.