
Confiada en las encuestas, Sheinbaum esquiva el golpe por golpe que propone Ebrard por la seguridad
La exjefa de Gobierno no respondió al cruce que generó el excanciller por redes sociales. La recta final de la interna oficialista por el sillón del Palacio Nacional.

El mundo de la política y del boxeo tienen algunas similitudes que sirven para explicar el nuevo cruce que protagonizaron este miércoles Claudia Sheinbaum Pardo y Marcelo Ebrard. Los últimos rounds, aseguran los que saben, son los más importantes porque el campeón debe demostrar hasta el final, cuando ya no hay aire y los músculos cansan, de lo que es capaz. También se dice que en ese momento el que va ganando esquiva el golpe por golpe que propone el derrotado, quien aspira a una mano salvadora o a un error del rival para ganar. Sin rounds ni guantes, pareciera que ambas corcholatas aprendieron de leyendas mexicanas como Julio César Chávez o Saúl Álvarez en la recta final por elegir al sucesor de Andrés Manuel López Obrador.
La nueva pelea por el título nacional de pesos pesados de Morena comenzó este miércoles, luego de que Sheinbaum Pardo defendiera en su cuenta de Twitter la estrategia de seguridad que llevó a cabo al frente de la CDMX. Según la exjefa de Gobierno, la misma logró una reducción “del 58% de todos los delitos de alto impacto, más del 50% de reducción de homicidios y del 60% en reducción de robo de vehículos con violencia”. “Cuando se diseña y ejecuta una estrategia integral se dan resultados. Demostramos los beneficios porque la paz se debe construir día por día trabajando de la mano todos y todas”, agregó.
El excanciller, quien observa desde el segundo puesto de las encuestas cómo se le escapa una pelea con la que soñó toda su vida, aprovechó la oportunidad y escuchó a su esquina: salió al golpe por golpe a buscar un cruce inesperado o un error de su rival que logre dar vuelta los números de los jueces. “Celebro que al fin te hayas resuelto a participar en los temas que más le importan a la gente”, disparó para convocar a Sheinbaum al centro del ring. “Describes bien la estrategia que Andrés Manuel y yo diseñamos”, lanzó para desestimar su gestión en la capital nacional y, al mismo tiempo, reafirmar su cercanía con López Obrador, el gran juez de la velada.
De todas maneras, Sheinbaum también escuchó a su esquina y, como indican los manuales del boxeo, no corrió hasta el centro del ring. Se recostó sobre las cuerdas, en este caso las encuestas, y esperó a que pase el tiempo. “Le agradezco por estar pendiente de nuestras redes sociales”, dijo la exjefa de Gobierno ante las preguntas de la prensa durante un acto que lideró en el Estado de México. “Le agradezco”, reiteró como un mantra que repitió hasta el cansancio y anticipó que la próxima semana su campaña anunciará “sorpresas”. De esta manera, no intercambió golpes y buscó recuperar la iniciativa al generar expectativas por lo que pueda llegar a ocurrir en los próximos días.
El nuevo round de los principales contendientes de la interna de Morena evidencia la forma en que van a encarar los últimos asaltos por el título de la candidatura. La exjefa de Gobierno se siente cómoda en las encuestas, con una diferencia que podría llegar hasta los diez puntos según distintos sondeos, y actúa en consecuencia: no se expone, no sale a cruces innecesarios de los que podría salir dañada y juega con el reloj porque sabe que el tiempo juega a su favor y que, si no pasa ningún imprevisto, será la ganadora de la pelea.
Del otro lado, la actualidad de Ebrard es más compleja. Con el cinturón de retador puesto en una batalla contra la pugilística que partió arriba y en la que nunca logró acomodarse como el favorito, el excanciller busca el golpe por golpe para intentar conseguir puntos en la recta final para llegar con más entereza al final de la pelea. A diferencia de Sheinbaum, el reloj también es su rival y por eso, ante un escenario que parece adverso, intenta ocupar la iniciativa, centrarse en el centro del ring y utilizar todas las herramientas que tiene a mano. “Si vamos a perder, que sea de pie y sin dejar nada en la esquina”, pareciera que le hubiera dicho su war room.
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Los rounds de esta batalla no están en Las Vegas, la tierra predilecta del boxeo mundial, sino en los 32 estados federativos de México. El ganador no aspira a recibir un cinturón para colocarse por encima del pantalón, sino una banda presidencial para cruzarse por el pecho en diciembre de 2024. No hay golpes, hay discursos, pero el final de esta pelea promete ser de alta tensión.