Sin maíz no hay país
No podríamos imaginar la dieta del mexicano sin poner en el centro al maíz. Las tortillas y
sus múltiples derivados —tacos, tostadas, flautas, enchiladas, quesadillas, totopos— son
el corazón de nuestra gastronomía, incluyendo la variedad de innovaciones culinarias que
hacemos con su harina: tamales, tlacoyos, sopes, gorditas y, en algunas regiones, en pan
lo convertimos. Además, lo utilizamos en caldos como el pozole, los chicales o la crema
de elote, como botana en palomitas y frituras, en dulces y postres, y hasta en el desayuno
lo consumimos con leche, ya sea inflado o en ojuelas.
Incluso, es parte importante de la dieta del ganado y las aves que nos brindan la proteína
animal. En resumen, el maíz no es solo un alimento: es un símbolo de nuestra identidad.
Por eso suele decirse en México que “Sin maíz no hay país”.
Nuestras importaciones de maíz han crecido en las últimas décadas. Aunque ningún país
es totalmente autosuficiente en alimentos, nuestra dependencia de las importaciones —
principalmente de Estados Unidos— es notable. En 2023, por ejemplo, México importó
alrededor de 17 millones de toneladas de maíz, lo que nos convierte en uno de los
mayores importadores del mundo.
El problema que enfrentamos es de productividad: en Estados Unidos se producen más
de 11 toneladas de maíz por hectárea, mientras que en México la cifra es menos de la
mitad. Claro que allá tienen más infraestructura y mejores avances tecnológicos, pero la
principal razón de la diferencia productiva es que las semillas que utilizan han sido
programadas para resistir mejor a las sequías y a las plagas, así como para generar
cosechas más abundantes.
La especie humana pudo crecer en número gracias a la agricultura. Cuando el hombre se
hizo sedentario, las civilizaciones florecieron y en América el maíz fue el gran
protagonista. La tecnología agrícola ha avanzado enormemente, desde los primeros
arados hasta los sistemas de riego modernos.
La agricultura sigue siendo una actividad de riesgo: plagas, sequías, heladas, huracanes,
granizadas, inundaciones y otros fenómenos climáticos siempre están al acecho. Por eso
el Estado mexicano debe seguir apoyando con políticas de precios de garantía la
producción de dicho grano, que subsidien el diferencial entre el costo de producción
nacional y el precio internacional, en el entendido que es un asunto de prioridad nacional
que su producción no se caiga.
Necesitamos repensar nuestras políticas agrícolas con más evidencia científica y menos
dogmatismo. No se trata solo de tecnología, sino de brindar a los agricultores las
herramientas para competir y prosperar. Lejos estamos aún de establecer un sistema
eficiente de agricultura por contrato y de cultura de adquisición de coberturas,
considerando que el maíz es un commodity cuyo precio se fija en la Bolsa Mercantil de
Chicago, muy lejos de nuestra influencia.
Sin maíz pudiera habier país. Lo seguimos importando como hasta ahora y punto. Pero lo
que creo que no se vale a estas alturas, es, por un tema ideológico, no aprovechar el
potencial científico que nos daría autosuficiencia en la producción del maíz.
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