
Reducir la jornada laboral sí, pero… ¿y el cambio cultural?
Recortar las horas de trabajo es solo el primer paso. Si México quiere avanzar hacia una semana laboral de 40 horas, también necesita transformar la forma en que se concibe el trabajo dentro de sus organizaciones.
Durante décadas, en muchas empresas mexicanas se ha confundido el compromiso laboral con la cantidad de tiempo que se pasa frente a la computadora o en una oficina. Jornadas extensas, agotamiento constante y presentismo siguen siendo sinónimos de “buen desempeño” en numerosos entornos laborales. Pero, como coinciden especialistas, reducir la jornada no solo es una modificación legal: es un cambio cultural profundo.
“Una jornada más corta nos obliga a sacar el trabajo del centro de la vida. Eso representa un golpe a la identidad profesional de muchas personas”, advierte Melhina Magaña, CEO de Daucon. Para ella, esta transición exige cambiar la forma en que se mide el valor del trabajo: menos horas y más resultados.
La pandemia aceleró este debate. El trabajo remoto, muchas veces improvisado, extendió la disponibilidad de los empleados más allá de sus horarios. Según un informe de OCC, el 46% de los trabajadores notó que sus jornadas se alargaron tras el confinamiento, en gran parte por tareas extra y mensajes fuera de horario.
Marité Villanueva, abogada laboral y consultora en recursos humanos, también ve un reto mayor que el legislativo: “No se trata solo de reducir horas, sino de hacer mejor las cosas en menos tiempo. Eso requiere agilidad, tecnología y una forma distinta de pensar el trabajo”.
La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) revela que más de 5 millones de personas trabajan más de 56 horas semanales, superando lo permitido por la ley, incluso con horas extra.
La experiencia internacional también confirma que el cambio debe ser integral. Pruebas piloto de semanas laborales de cuatro días, impulsadas por 4 Day Week Global en países como Alemania, Reino Unido y Brasil, mostraron que para que funcione, las empresas deben ajustar procesos, eliminar reuniones innecesarias, reducir distracciones y organizar bloques de concentración. A su vez, los trabajadores deben adaptarse a nuevas dinámicas, enfocarse más, evitar interrupciones y mejorar su uso del tiempo.
“El gran reto está en eliminar los ‘refuerzos invisibles’: esas recompensas culturales que aún benefician al que más se desgasta”, señala Magaña. “Mientras más agotado te veas, más comprometido pareces. Y romper con eso implica desmontar muchos hábitos”.
Esa mentalidad todavía se refleja, por ejemplo, en la presión por regresar a las oficinas. El informe CEO Outlook de KPMG indica que el 87% de los directores generales asegura que quienes trabajen de forma presencial recibirán más promociones, aumentos y oportunidades.
Pero esta reforma laboral puede ser también una oportunidad para redefinir el valor de la fuerza de trabajo en México. “Nos hemos acostumbrado a pensar que somos competitivos porque somos baratos, pero también podemos ser reconocidos por ser eficientes, puntuales y productivos. No tiene que ser lo uno o lo otro”, apunta Magaña