
La Leona de Saltillo
La semana pasada, el 10 de abril, conmemoramos un aniversario más del
natalicio de Leona Vicario, figura fundamental en la historia de México y una de
las precursoras del poder femenino en nuestra vida pública. Su vida y obra son
testimonio de valentía, inteligencia y entrega a la causa más noble: la libertad
de nuestra nación.
Leona no fue espectadora, fue protagonista. A pesar de haber nacido en el
seno de una familia acomodada, no dudó en poner su fortuna al servicio de la
causa insurgente. Perteneció al grupo secreto de “Los Guadalupes”, desde
donde apoyó activamente al movimiento independentista con información
estratégica, recursos económicos y redes de comunicación. Por esta causa fue
perseguida, encarcelada en más de una ocasión y obligada a huir.
Lejos de intimidarse, su determinación creció. Se casó con el también héroe de
la independencia, Andrés Quintana Roo, con quien compartió no solo ideales,
sino también penurias, sacrificios y una profunda vocación por la patria.
Leona Vicario es, hasta el día de hoy, la única mujer a la que se le han rendido
funerales de Estado en México. Sus restos reposan en la Columna de la
Independencia, junto a los más grandes forjadores de nuestra nación. Su vida
es símbolo de una mujer que no se conformó con los límites de su época, que
alzó la voz y que hizo historia.
En 1827, la capital coahuilense llevó su nombre durante pocos años. Al
enterarse de la decisión del Congreso del Estado de homenajearla de esa
forma, expresó: “Mi gratitud a tan ilustre corporación por la gloria inmortal que
sin mérito ha concedido mi nombre como denominación a la benemérita
ciudad”.
Desde su fundación y hasta cambiar su nombre al de ciudad Leona Vicaria se
había llamado Villa de Santiago del Saltillo. Por esa época existía un poblado
contiguo de nombre San Esteban de la Nueva Tlaxcala, que también años antes
había mudado de nombre para llamarse Pueblo de Villalongín en homenaje a
otro héroe insurgente, de los primeros en tomar las amas y aventurarse contra
las tropas realistas. Las villas crecieron hasta que se entrelazaron y en una
decisión pragmática y salomónica se fusionaron con el nombre de Saltillo,
abandonado el nombre de la heroína para siempre.
Aunque no muchos conocen esto, es un hecho que nos recuerda el profundo
respeto que su figura inspiraba en cada rincón del país. Hoy, en esta misma
ciudad, evocarla es también hacer un llamado a continuar construyendo un
México más justo, más libre y más incluyente.
Porque Leona Vicario no solo fue una heroína: fue una visionaria. Su legado nos
convoca a honrar el pasado con acciones en el presente, a seguir reconociendo
el poder femenino como la fuente de inspiración y transformación en México.