
Las sequías que vienen
Vivir en el desierto, como lo hacemos los habitantes de los estados del norte de
México, sin duda tiene su encanto: paisajes hermosos, amaneceres bellos,
atardeceres espectaculares y noches estrelladas. El clima retador ha obligado a
los norteños a ser ingeniosos y trabajar con tesón para poder hacer productivas
las áridas tierras. Aquí los mangos ni los cocos caen de los árboles, lo que caen
son las oportunidades que hemos forjado con el esfuerzo de generaciones.
Uno de los principales problemas que afrontamos es la falta de agua. Como
regla internacional, se considera que para que una sociedad viva en paz, sin
conflictos a causa de la falta del vital líquido y sin escasez para poder realizar
sus actividades básicas, cada habitante debe contar con una disponibilidad de
5 mil metros cúbicos per cápita al año en precipitaciones. En México, el
promedio de disponibilidad per cápita no llega a ese número; se queda en poco
menos de 3,200 metros cúbicos anuales, lo que nos coloca en la posición 94 en
el ranking internacional.
En Coahuila, la disponibilidad por habitante de agua se reduce a menos de un
tercio de la media nacional: 1,020 metros cúbicos al año. Para comprender la
complejidad que han vivido históricamente nuestras sociedades, basta con
decir que el país que menos disponibilidad de agua tiene es Sudáfrica, con 942
metros cúbicos per cápita. Es decir, Coahuila, y algunos otros estados del
norte, padecen una sequía similar a la del país con menos precipitaciones del
mundo.
A pesar de eso, nos las hemos ingeniado para sortear el problema. La creación
de organismos como el de Aguas de Saltillo en la capital coahuilense, ha
permitido que el vital líquido no solo no falte, sino que sea suficiente para
albergar un crecimiento industrial y demográfico importante.
En el resto del Estado también se trabaja para combatir la sequía, disparada
sobre todo por los calores atípicos que, como consecuencia del calentamiento
global, ya se están convirtiendo en típicos. Coahuila ocupa el 4º lugar nacional
con una cobertura de agua potable del 98.8%.
En el desierto faltan las lluvias durante meses, pero luego llegan ciclones que
arrasan con cultivos, calles y vidas, recargando parcialmente las presas y los
mantos freáticos, en el mejor de los casos. Desgraciadamente para el resto del
año el pronóstico de precipitaciones no es halagüeño, aunque existe la
posibilidad de que lleguen un par de huracanes.
Lo mejor que podemos hacer es seguir fomentando la cultura del agua, hacer
conciencia que cada año que pasa será más difícil tenerla y eficientizar a los
organismos operadores de agua. Solo así podremos estar preparados para
lidiar con las sequías que vienen.