Democracia perfectible
El principal objetivo de la Revolución Mexicana fue instaurar un régimen democrático. Con
el lema “Sufragio Efectivo. No Reelección” como bandera, Madero inició el levantamiento
armado contra la dictadura Porfiriana y en pos de la tan anhelada democracia. Después de
un siglo de concluida esa lucha fratricida es menester que nos preguntemos si se ha
cumplido con la expectativa.
Las reformas relacionadas con los procesos políticos siempre generan controversias, y con
justificada razón. El establecimiento de los mecanismos adecuados de acceso y ejercicio
del poder es condición necesaria para el éxito político, social y económico de un país.
Las reformas políticas se hacían antaño a balazos y bayoneta calada. Todavía en el siglo
pasado fuimos testigos del establecimiento de dictaduras en los extremos del espectro
político.
Por la izquierda, los mencheviques lograron deponer el régimen zarista en Rusia, para
luego los bolcheviques establecer la dictadura del proletariado. Por la derecha, y
utilizando la amenaza comunista como pretexto, se instalaron por la vía del temor y la
fuerza dictaduras fascistas en Italia, España y Alemania.
Difícil resultó erradicarlas; tuvo que haber otra guerra mundial para acabar con algunas de
ellas.
Sin duda los liberalismos y las democracias son formas más exitosas de gobierno que los
socialismos y las dictaduras vigentes. Solo hace falta echar un vistazo a los indicadores
económicos, de libertades y de pobreza de países como Cuba, Venezuela y Nicaragua para
darnos cuenta del estado que guardan.
Quizá los procedimientos electorales no siempre sean la mejor opción porque muchas
veces los electores, en el agregado, actúan de forma irracional y, sin saberlo, en contra de
sus intereses. Esa es la razón por la cual los magistrados y jueces no deben ser electos por
el voto popular, sino por los legisladores. No siempre, y sobre todo en áreas de
impartición de justicia, las decisiones mejores son las más populares, y menos cuando
existe una delincuencia organizada ávida de participar y sin restricciones presupuestarias.
Los procedimientos políticos siempre serán perfectibles. Aunque imperfecta, la
democracia sigue siendo el mejor sistema político –la historia así lo demuestra–. Su
gradual perfeccionamiento depende de nosotros, de la participación ciudadana.
El domingo pasado tuvimos en Coahuila un ejercicio de civilidad democrática que, aunque
imperfecto, logró su cometido de reflejar en un resultado electoral la voluntad popular.
Felicidades a los candidatos ganadores, ¡felicidades Coahuila!