
De esas cosas que no entiende uno
Muy triste, preocupante e indignante ha sido la noticia sobre la desaparición de
la Financiera Nacional para el Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y
Pesquero, mejor conocida como Financiera Rural (por ser ese su nombre antes
de la Reforma Financiera), sobre todo para quienes tenemos el orgullo de haber
laborado en ella y para quienes se beneficiaban, no de una dádiva, sino de un
crédito que las daba la oportunidad de auto superarse.
Los argumentos en que principalmente se basa la terrible decisión son tres:
que el nivel de cartera vencida era insostenible; que al tener menos de 300 mil
acreditados no era representativa en el sector financiero nacional; y porque
muchos de los beneficiarios no necesitaban del apoyo de la banca de
desarrollo.
Ya muchas voces acreditadas en el medio han salido a corregir lo impreciso de
esas razones. La cartera vencida se disparó en años recientes, antes estaba
muy sana, auditada por las autoridades bancarias y financieras del país. Las
acciones de cobro eran eficaces y eficientes, y los acreditados del campo
demostraron siempre su responsabilidad, buena voluntad y palabra al cumplir
con sus pagos.
Quizá los clientes directos eran pocos cientos de miles, pero muchos de ellos
fungían como intermediarios financieros que a su vez dispersaban recursos a
muchísimos más acreditados rurales, llegando a contabilizarse, en el 2018, 2.4
millones de ellos.
Los negocios de producción agropecuaria son de alto riesgo. Amenazas como
las plagas, las heladas, las granizadas, las sequías, los huracanes y los virus
como la gripe aviar, entre otras, ocasionan una aversión crediticia en el
mercado financiero privado. No cualquier institución bancaria presta a estos
proyectos, ni siquiera a empresas acreditadas y si lo hace, es a tasas altísimas.
Ya no digamos a los pequeños productores rurales, campesinos y ejidatarios,
que tienen que caer en las garras del agio. Todo esto se refleja en un aumento
de precios en la canasta alimentaria, que ya estamos padeciendo.
El equilibrio que se mantenía era muy sano. Los créditos grandes se daban con
garantías suficientes y análisis de riego profesionales; los pequeños,
destinados a los ejidatarios y campesinos menos favorecidos, eran a la palabra.
Aun así, los ingresos por intereses al cierre de 2018 superaron los 5 mil
millones de pesos con una rentabilidad de doble dígito. Es decir, la Financiera
cumplía a cabalidad con su función y no le costaba al país, salvo en casos
marginales, de bajo monto y para atender algún programa público, como el del
Pequeño Productor.
Con la destitución de los técnicos especialistas y con la cancelación del Fondo
que contenía casi la mitad de su patrimonio comenzó el desmantelamiento de
la FND. Hoy se formaliza su muerte dejando al campo mexicano indefenso y de
luto. De esas cosas que no entiende uno.