
La ruta correcta
El Fondo Monetario Internacional publicó en fecha reciente su pronóstico de crecimiento
para América Latina en 2023: 1.7%. La cifra es a todas luces insuficiente y más
preocupante aún el hecho que la expectativa para México se encuentra por debajo de ese
promedio.
“Hace algunos lustros, México tenía un Producto Interno Bruto (PIB) per cápita cinco
veces superior al de Corea del Sur. Ahora, los papeles se han invertido y el PIB per cápita
de aquel país asiático dobla al nuestro. ¿Qué pasó?
La respuesta es engañosamente sencilla: mientras México se dedicó a exportar materias
primas, Corea del Sur le apostó a la inversión en la educación de su gente. Actualmente,
las diferencias son abismales: mientras aquel país registra anualmente 7,500 patentes, el
nuestro únicamente 55. ¿Tendrá algo que ver que Corea del Sur, con otra cultura e
incluso otro alfabeto, y con la mitad de nuestra población envía 5 veces más estudiantes a
universidades norteamericanas que México?
Es difícil resolver un problema si de entrada se niega su existencia. La educación es un
tema complejo donde la calidad no ha logrado ocupar un lugar predominante dentro de la
agenda pública. Pero el problema no es sólo cualitativo, sino también cuantitativo: apenas
el 24% de los jóvenes mexicanos en edad universitaria, están inscritos en la universidad,
comparado con un 69% de los países industrializados. Adicionalmente, los estudiantes de
esos países estudian más días por año y más horas por día.
Hace falta el diseño de un mecanismo que genere los estímulos correctos: Que promueva
entre los niños y jóvenes los valores del estudio y el trabajo, ya que son más de 7.5
millones los que no lo hacen y son vulnerables a ser reclutados por la delincuencia
organizada.”
Hace 12 años escribí el texto entrecomillado. Entonces y ahora, el gran reto para países
como el nuestro ha sido detonar la educación para converger con los países
desarrollados. Desgraciadamente vamos en sentido contrario. Ahora se premia a los
jóvenes que no estudian ni trabajan, generando un terrible incentivo perverso contra el
emprendimiento y a la responsabilidad laboral, mientras que a los niños ya no se les exige
que se esfuercen, ya nadie reprueba. El presupuesto para ciencia y tecnología
prácticamente se esfumó, y las becas para universidades internacionales ya no existen.
No hemos entendido que una idea puede llegar a valer más que un millón de barriles de
petróleo o un millón de toneladas de maíz. No hemos entendido que la falta de educación
no se combate regalado diplomas ni la pobreza obsequiando dinero. Cuando lo
entendamos comenzaremos a andar la ruta correcta